En áreas en donde los dingos son objeto de controles de población, para proteger la ganaderÃa, mostraron cambios en su actividad, limitando la misma al amanecer,  en cambio en donde no sufren tal presión, mantienen su actividad crepuscular, coincidiendo con sus presas habituales.
Estos cambios en la actividad de los dingos, tiene su reflejo en el gato silvestre. En donde se realizan controles de población de los dingos, los gatos silvestres aumentaban su población y se volvÃan más activos, en cambio, en donde no se realizan esos controles, la población de gatos salvajes era menor, al igual que su actividad que se limitaba a horas nocturnas.
El resultado de esta investigación sugiere que los controles del dingo  conllevaba un aumento de los gatos silvestres, provocando una pérdida de biodiversidad ya que la presión de los gatos sobre su presa era mucho mayor. Otra consecuencia de estos controles, es que los gatos domésticos también se veÃan favorecidos por la disminución de los dingos, aumentando la presión sobre las mismas presas que sus parientes silvestres, corriendo además el riesgo de mestizaje entre ambas subespecies.
Trasladando este estudio a la PenÃnsula Ibérica, podemos entender que los controles de población realizados sobre los lobos, más las acciones furtivas, al objeto de minimizar los ataques al ganado, conlleva cambios de conducta de la especie, reduciendo o limitando su actividad a la noche para evitar al ser humano.
Esto conlleva alteraciones en las cadenas tróficas. En primer lugar, porque las presas habituales del lobo pueden modificar su actividad en aras de no coincidir con el cánido, pero además, los mesodepredadores resultan beneficiarios por estos cambios de actividad y de población.
Un aumento de los ungulados silvestres, en ausencia o disminución de grandes depredadores conlleva también a cambios en la vegetación, como hemos podido comprobar en otro estudio realizado por el equipo internacional del zoólogo Adam Ford, de la Universidad de la Columbia Británica en Canadá, en donde han comprobado que la vegetación que sobrevive a la presión de los grandes ungulados, son vegetales de tipo espinosos, modificándose una vez más el paisanaje, y otra pérdida de biodiversidad.
De la misma manera, una mayor presencia de mesodepredadores, tales como zorros, garduñas, gatos silvestres… conlleva a una mayor presión sobre sus presas habituales, como pueden ser pequeñas aves, roedores, lagomorfos, etc, reduciendo por tanto la biodiversidad del área en donde se ha perdido los efectos de un gran depredador, efectos que además se ven potencias por el aumento de los grandes ungulados cuya presión sobre la vegetación afecta también a esas especies.
En conclusión, podemos hablar una vez más que la eliminación de los grandes depredadores a nivel mundial conlleva cambios en las cadenas tróficas que afectan  a los ecosistemas, de los que también depende el ser humano.