Las especies exóticas y su impacto en los ecosistemas

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Imagen obtenida de MAGRAMA.

Especies Exóticas Como Mascotas:

Uno de los grandes problemas a los que se llevan enfrentando nuestros ecosistemas, bien sean los autóctonos como los ecosistemas de otras partes del planeta, es el aumento del consumismo y la búsqueda de la exclusividad a través de lo que poseemos. Dicha dinámica social se ha reflejado en la tenencia de mascotas a través de la búsqueda de especies cada vez más exóticas, muchas veces provocada por un falso sentimiento de “amor” que nos lleva a querer poseer aquello que nos gusta sin pensar en las consecuencias que puede suponer arrancarlos de su hábitat o introducirlo en el nuestro. Si bien no voy a condenar la tenencia responsable de algunas especies exóticas domesticadas, como pueden ser muchas variedades de peces que podemos encontrar en acuarios, sí es necesario plantearnos muy seriamente las necesidades de estos animales antes de incorporarlos a nuestro hogar. No obstante, en otras especies desaconsejo totalmente su tenencia ya que por sus dimensiones o etología sería imposible tenerlas adecuadamente, o bien porque su introducción en un sistema ajeno al suyo puede suponer un enorme riesgo para el ecosistema.

Especies Exóticas a lo Largo de la Historia: 

Si bien el problema se ha exacerbado mucho en tiempos modernos, dado el volumen de especies exóticas con las que se comercia actualmente, la tenencia de animales curiosos viene desde tiempos inmemoriales. Uno de dichos ejemplos nos lo encontramos en el león de Ramses II, el cual lo acompañó en numerosas batallas y al cual puede verse en los relieves, cargando contra el enemigo junto a su amo. En numerosas tumbas egípcias se han encontrado leones momificados, junto a perros, gatos, monos y otros animales, lo cual sugiere que dichos animales eran más habituales como mascota de lo que nos pueda parecer. Otro monarca que tuvo un león, en este caso una leona, de mascota fue el rey Luis XI, que además de este animal tenía un enorme repertorio de especies, entre pájaros, perros y otros animales.

Otro ejemplo histórico lo encontramos en el elefante Abdul-Abbas, animal obsequiado en el año 798 a Carlomagno por parte del Califa de Bagdad. Otro notorio elefante, en este caso africano, fue la mascota que Luis XIV tuvo, obtenido como regalo por parte del rey de Portugal en el año 1668. Dicho animal residió en el zoo del palacio de Versalles hasta su muerte.

En tiempos recientes ha salido una noticia respecto a Julio César y su jirafa de mascota, animal que aparentemente lo acompañó en varias batallas. Lorenzo de Médici fue otra de las figuras históricas a las que le gustó codearse con semejante animal. Lamentablemente la jirafa murió al golpearse con las vigas de los establos, lo cual hizo que se fracturase el cuello.

Varias figuras históricas tuvieron osos como mascotas. Entre ellos nos encontramos a gente como Thomas Jefferson, Iván el Terrible y Ptolomeo II de Egipto. Una figura notoria por su gran amor hacia los animales fue la emperatriz Josefina, quién además de perros tenía toda una fauna de especies tales como un orangután, cebras, avestruces, canguros y un sin fin de animales que parecía coleccionar con avidez.

Siendo estos tan sólo algunos ejemplos, podemos comprender que el exotismo y el mal llamado “amor” por los animales no es una cosa del siglo XXI, pero mientras que a lo largo de la historia nos encontramos con estos ejemplos anecdóticos, hoy el problema se ha convertido en una situación que reviste de mucha gravedad.

Tráfico Ilegal de Mascotas:

Uno de los problemas a los que nos enfrentamos debido al auge de la tenencia de mascotas exóticas es al tráfico ilegal de mascotas, lo cual ha llevado a muchos gobiernos, infructuosamente, a intentar imponer cierto control sobre ello. Uno de los ejemplos más conocidos es el CITES, el Convenio Internacional para el Comercio de Especies Amenazadas (Convention on International Trade in Endangered Species of Wild Fauna and Flora). Se trata de un acuerdo entre gobiernos que pretende controlar el tráfico de animales para evitar que su supervivencia se vea amenazada.

El CITES funciona sometiendo al mercado de especies exóticas a ciertos controles. Todas las importaciones y exportaciones deben ser autorizadas mediante un sistema de licencias, y las autoridades científicas designadas para ello deben advertir de los efectos que dicho comercio puede tener para el estado general de la especie. Las especies que están recogidas en el CITES se establecen en tres categorías dependiendo de la protección que necesiten. El apéndice I trata de especies en peligro de extinción, cuyo comercio sólo está permitido bajo circunstancias excepcionales. El apéndice II trata de especies que si bien no están amenazadas de extinción, su comercio debe tratarse con precaución para evitar afectar a su estatus de supervivencia. El apéndice III trata de especies que están protegidas en, al menos, uno de los países sujetos al convenio y el cual ha pedido ayuda a otros miembros del CITES para gestionar el comercio de dichas especies. Al contrario que en el apéndice I y II, en el apéndice III cada país puede añadir enmiendas de forma unilateral.

Si bien el CITES ha sido algo necesario, que ha ayudado a gestionar el tráfico de especies exóticas, no ha sido la única medida que los gobiernos han impuesto para intentar controlarlo. De forma unilateral y obedeciendo a su soberanía territorial, cada gobierno está en su derecho de prohibir la tenencia de ciertas especies animales, en muchos casos debido a que muchas de ellas se han convertido en especies invasoras que han puesto en peligro nuestros ecosistemas. Así pues en España, especies como la egeria densa, un tipo de planta acuática muy común en acuarofilia, altamente resistente y cuyo mantenimiento es muy sencillo, están prohibidas, tanto su tenencia como su comercio. Entre las especies animales nos encontramos, no sin sorpresa, con el mapache, el cerdo vietnamita, el petaúro del azucar, y la cotorra argentina.

No obstante, pese a los esfuerzos de los países por controlar el comercio de mascotas exóticas, la fuerza del mercado ilegal es un gigante tan enorme como el del tráfico de drogas, y difícil de vencer. Se estima que el tráfico ilegal de animales mueve más dinero a nivel mundial que el tráfico de armas, siendo el tercer negocio ilegal más importante del mundo, y el segundo después de las drogas según algunas fuentes. Estimar exactamente la cantidad de dinero que mueve el tráfico ilegal de animales es muy difícil dado que se trata de una actividad ilícita.

Sin embargo, sus consecuencias a nivel mundial son devastadoras. La sobrecaptura de mucha especies las está empujando al borde de la extinción. Uno de los casos quizás más notorios, pero no de los más conocidos, es el del guacamayo de Spix (Cyanopsitta spixii), extinto en libertad a causa del furtivismo provocado por la demanda de quienes querían tener a tan exótico animal como mascota.

Animales Exóticos Como Mascotas:

Como acuarófila, una de las primeras cosas que aprendí fue a controlar los parámetros del agua y a ciclar bien los filtros para poder disponer de un ecosistema sano y estable para mis peces. Semanalmente hacía controles de dureza y acidez que fui espaciando a una vez al mes a medida que el acuario maduraba y se asentaba. La segunda cosa que aprendí fue a no tener peces que no pudiese mantener. Siempre hay que buscar especies que sean compatibles y no se maten entre ellas, mejor si proceden del mismo río aunque hay que tener cuidado de no juntar a depredadores con presas como ocurre con el neón innesi y el pterophylum scalare. Tener un acuario es un arte y una ciencia, y para poder garantizar el éxito no vale sólo con echar agua y rezar para que no se mueran los peces. Hay que entenderlos, entender su naturaleza, su comportamiento, el ecosistema de donde vienen aunque lleven cien generaciones siendo criados en cautividad. Esa es la única garantía de éxito.

Lamentablemente este principio tan esencial no se aplica. Ya no sólo en peces, sino tampoco se aplica en cualquier otra mascota exótica que se tenga. No podemos esperar que una especie que, en esencia, no ha sido domesticada como es el caso de monos capuchinos, mapaches, tigres, lobos, muestren un comportamiento como el que muestran nuestros perros, los cuales llevan más de 30.000 años acompañándonos en nuestros periplos. Incluso aquellas especies que sí han sido domesticadas, como caballos y cerdos de diferentes especies, no van a tener un comportamiento igual al que encontramos en nuestros mejores amigos.

Muchas de estas especies se venden cuando son cachorros y como todos los cachorros, los mapaches pueden ser adorables y juguetones. No obstante, un mapache adulto puede y seguramente llegue a mostrar un comportamiento agresivo y territorial, haciendo inviable la convivencia con este animal. En el caso de grandes felinos y cérvidos, aunque especies menos comunes como mascotas, las consecuencias pueden ser las mismas con el agravante de que una agresión de uno de estos animales se puede saldar con la muerte de la persona agredida, y todo por mantener enjaulado un animal salvaje que debería haber sido libre. Los monos también son notoriamente agresivos, no en vano estamos emparentados con ellos. Aunque quizás lo más grave es que, al contrario que pasaba con nuestro acuario que, según para qué especies, podemos reproducir ese trocito de río, reproducir el ecosistema de un tigre, satisfacer las necesidades de caza de un lobo o las necesidades familiares de un primate son básicamente imposibles para el propietario medio y difícilmente alcanzables para instalaciones preparadas como zoos y centros educativos. Se requiere una inversión tanto económica como de territorio enorme en el caso de un tigre, por ejemplo. Seamos justos, por qué vamos a acotar varias hectáreas de la Sierra de Gredos para que un rico tenga un tigre?

Como decía en el párrafo anterior muchas veces nos venden estas especies cuando son cachorros, y no es hasta la madurez sexual cuando empiezan los mal llamados problemas de conducta, que no dejan de ser patrones de conducta instintivos en la especie. Al llegar este momento la convivencia con la mascota exótica puede resultar inviable. Las opciones que puede barajar un dueño son venderlo o regalarlo a otro particular, por lo que el mapache pasará de mano en mano. Llevarlo a un centro especializado en animales exóticos, donde de acogerlo permanecerá enjaulado el resto de su vida. Sacrificarlo, algo que muchos propietarios no están dispuestos a hacer o, el mayor de todos los males, soltarlo.

Efectos en los Ecosistemas:

La tenencia de mascotas exóticas, especialmente aquellas especies que son incapaces de reproducirse en cautividad con es el caso del pez cirujano, tiene efectos devastadores tanto en el ecosistema del que se extraen como en el que se introducen. En muchos casos vivimos inmersos en la visión optimista de un mundo feliz, justo, donde se aplican las leyes según lo que consideramos que es lo justo. En muchos países, sobre todo en aquellos más pobres, dar de comer a las personas está muy por encima de proteger los ecosistemas. Cuando generamos una demanda de un producto, por muy legal que sea su captura, estamos exponiendo a toda la especie a la sobrecaptura y al tráfico. Esto no sólo afecta a la especie, sino que podría tener un efecto sobre el ecosistema donde se mueve, alterándolo o destruyéndolo, y todo para que podamos decir que tenemos ese pez tan raro que vimos en un documental.

 No sólo el ecosistema original de la especie se ve afectado, especialmente cuando hablamos de capturas ilegales como en el caso del tráfico de especies exóticas. También puede ver afectado el ecosistema donde se introduce la especie exótica, que puede pasar a ser considerada especie invasora. En algunos casos, por el clima, la especie no llegará a adaptarse nunca. Es improbable que un cocodrilo consiga sobrevivir a los duros inviernos de nuestra sierra madrileña, o que una anaconda consiga adaptarse al clima cambiante, seco y frío de la meseta castellana. No es el caso con muchas otras especies que provienen de ecosistemas similares al nuestro, como son los mapaches y los visones, o aquellas especies altamente adaptables como las gambusias, el siluro, la perca y la cotorra argentina.

En el primer caso no podemos obviar el factor crueldad de abandonar a un animal en un ecosistema ajeno al suyo para que muera de frío o de hambre. Hubiese sido mucho más humano sacrificarlo o, mejor aún, no haberlo tenido nunca como mascota, no haber generado nunca demanda sobre su especie para evitar capturas ilegales, granjas de crianza para satisfacer esa demanda y miles de animales apartados de sus ecosistemas para vivir en condiciones infrahumanas en muchos casos. Pero es del segundo caso del que quiero hablar, de las especies invasoras que en nuestro país ya son demasiadas.

Tanto el visón como el mapache son originarios de América del Norte, un ecosistema similar al europeo pero, como a mí me gusta decir, mucho más a lo bestia. Tienen ciclos de invierno verano no muy distintos a los nuestros, pero sus inviernos son más duros, sus depredadores más grandes, la megafauna también es más imponente y eso hace que cualquier animal que provenga de allí, de la dureza de las condiciones de dicho ecosistema, no tenga ningún problema para adaptarse. La consecuencia de esto es que especies que tienen que ser muy agresivas para poder sobrevivir en su hostil entorno natural no tienen ningún problema para imponerse frente a nuestras especies. Los visones europeos, uno de los mamíferos más amenazados de Europa, han sido completamente desplazados por su homólogo americano. Los mapaches son una preocupación mayúscula por su adaptabilidad y agresividad. Las percas han devorado todo a su paso diezmando las poblaciones de ríos enteros.

El riesgo no es únicamente para el ecosistema, también para los humanos. Dichas especies podrían traer de vuelta enfermedades e infecciones parasitarias que o bien no son originarias de aquí, o bien fueron exterminadas hace tiempo como es el caso de la rabia. Dichas enfermedades podían pasar a la fauna autóctona, afectando todavía más a sus poblaciones y al equilibrio de los ecosistemas. Podrían pasar al ganado o a nuestras mascotas, y en esencia podrían terminar por afectar a los humanos.

En algunos casos, como hemos observado recientemente con el cerdo vietnamita, la divergencia genética entre el invasor y su primo autóctono, como es el caso del jabalí, puede ser insuficiente como para evitar el hibridaje. Estos híbridos, llamados cerdolí, pueden llegar a desplazar a especies autóctonas como nuestro jabalí o nuestro cerdo ibérico, de superior valor culinario. Además, todavía no conocemos bien los efectos que podrían generar en el ecosistema, y a falta de grandes depredadores que los controlen, podrían ser desvastadores.

Conclusión:

No hay ningún motivo de peso para la tenencia de mascotas exóticas de ningún tipo, y menos cuando la responsabilidad de la población media española es algo que brilla por su ausencia. No somos más exclusivos por tener un tigre o un mapache en vez de un labrador como todo el mundo. No queremos más a los animales, de hecho yo diría que se les quiere menos, cuando pretendemos enjaular a ese lobo que nos produce tanta fascinación en vez de buscar la alternativa lógica, que es un malamute de alaska, un husky siberiano, un perro lobo de saarloos o un pastor alemán, cualquiera de las razas de perro totalmente domésticas que se asemejan algo al lobo.

La tenencia de animales exóticos sólo produce un benefico al ego de quién lo posée y al bolsillo de quién lo vende. Los efectos negativos son muy superiores a cualquier efecto positivo que se pueda obtener. La biodiversidad de todo el planeta se pone en riesgo a medida que más y más de estas especies son capturadas e introducidas ilegalmente en otros países. Los ecosistemas se resienten, tanto el de origen, como especialmente aquel donde es introducida la especie, convertida ahora en invasora. Pueden aparecer enfermedades nuevas para las que no estamos preparados, ni nosotros, ni las demás especies que comparten ecosistema con nosotros, o pueden reaparecer plagas viejas que habíamos eliminado a través de mucho esfuerzo y muchas muertes. Pero, por supuesto no debemos olvidar, estamos afectando a un individuo, un ser capaz de sentir, de pensar, de vivir, una criatura no muy distinta a nosotras a la cual enjaulamos y apartamos de su ecosistema natural para satisfacer no sus necesidades, sino nuestro capricho.

Fuentes: 

http://themaskedlady.blogspot.com.es/2013/07/las-mascotas-en-la-historia.html

https://www.cites.org/

http://www.teinteresa.es/ciencia/fdsfsdfsdf_0_1257474949.html

https://en.wikipedia.org/wiki/Wildlife_trade
 http://www.lne.es/mar-campo/2016/08/18/aumenta-asturias-poblacion-mapaches-origen/1971560.html
 https://es.wikipedia.org/wiki/Cyanopsitta_spixii

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